lunes, 29 de noviembre de 2010

Breve reflexión en la sala de clases


No he estado muy conectado con la plataforma, ya sea por escases de tiempo, de ganas o de letras interesantes para ustedes. He culminado un nuevo semestre en la universidad y con esto, ciertos de ustedes podría pensar que también un micro-ciclo y con su respectiva conclusión, me apena decirles que no es así, sino todo lo contrario. Se han despertado más dudas y inseguridades, que no me han quitado el sueño ni mucho menos, pero me han detonado mas cuestionamiento sobre como estoy llevando mi vida.
Si vemos el resultado cuantitativo en mis notas y al parecer para muchas personas suena interesante jactarse de mantener las calificaciones máximas en sus anales académicos. Para mí, esto no tiene ninguna relevancia, creo que en la educación prima el proceso y el objetivo, y las calificaciones, no tiene cabida en estas denominaciones. No creo que una calificación pueda demostrar la capacidad de asombro, la curiosidad, el desarrollo personal tras algún contenido y el interés propositivo sobre la asignatura y la disciplina.
El paradigma en nuestra aula no es dispar en este sentido, vemos alumnos salir de familias deficientes,  de hogares ineficaces;  a establecimientos siniestros que replican los vicios de la sociedad que indujo tal modelo. Y no veo que sembrar en estos alumnos más frustraciones vestidas de virulentas calificaciones sea una solución al conflicto.
  Una buena calificación es siempre congruente con la historia oficial que se tiende  a repetir profesor tras profesor; a las mismas mentes insípidas de curiosidad. Si un alumno de la década del 90’, le preguntamos sobre la conjetura de Poincaré, nos dirá que es una inconsistencia matemática y aprobaremos su respuesta. Pero en el 2010 hacemos la misma pregunta, el alumno nos deberá responder que es el Teorema de Poincaré y que desde él, cualquier forma diferencial es exacta y aprobaremos a nuestro alumno.  Con esto quiero decir que, si nuestro alumno aprueba o no la asignatura; dependerá de los conocimientos y actualización del profesor que está dando las bisectrices de la verdad en el aula de clases, no de las habilidades, destrezas y capacidades de nuestro dilecto pupilo. Evaluar verdades relativas o transitivas, no es mi norte.

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